lunes, 2 de agosto de 2010

Cleptómano de corazones, 3

-Y ...¿jamás te enamoraste? -le pregunté, debo admitir, con mucha curiosidad.
-Si es que alguna vez lo hice, no me preocupé en cultivarlo. A mi me atraía más saber que los pensamientos de ellas eran míos; además yo sabía muy bien lo que ocasionaba esa cosa del amor, es como un monstruo que te devora el corazón y, en la mayoría de los casos, te deja luego llorando en la oscuridad. Seamos sinceros, a la gente le gusta sufrir por amor; a mí, en cambio, me gustaba ser el promotor de aquello, y pensaba que debido a mi habilidad yo había nacido para hacer eso. ¿Tenía yo razón para hacerles daño? No, y justamente eso era lo que me motivaba, no hay razón más fuerte que la sinrazón. Era de lo más irresistible recibir sus mensajes y llamadas, te habrá pasado alguna vez que se te queda grabado en la mente algún estribillo de una canción vulgar, yo, por mi parte, me pasaba el día canturreando sus voces en mi mente. De cierta forma, te parecerá que fui un esclavo de ellas, pero en realidad yo lo hacía a voluntad y recibía una gran retribución por ello, y era feliz. 
-Ah sí, feliz con la infelicidad de otras; ya me lo habías dicho.
-Exacto, a veces me sentía como un cerdo y a veces como un sabio. Tenía dos pensamientos en mí. Por un lado era un cerdo, ignorante y sólo atento a las gratificaciones materiales de mis víctimas. Pero, otras veces mi mente se inundaba de reflexiones moralistas y terminaba sumido en la desesperación existencialista. Puede ser ...-bajó la mirada al piso y estrechó sus manos-, puede ser que sea ello lo que me ocasionó esta pérdida de mi habilidad. Porque acepto que antes yo era un cerdo feliz, y progresivamente fui teniendo ganas de convertirme en alguien con una perspectiva mucho más amplia, más cosmopolita. Y resulta que ahora estoy en camino de sabiduría, sí, eso es, ahora soy un sabio triste.
-Pero, según parece todavía quieres volver a ser un cerdo, ¿me equivoco?
-La verdad es que, con el tiempo mi mente lo ha ido asimilando de mejor manera. Ahora casi puedo estar seguro de que prefiero ser un sabio triste a un cerdo feliz -dijo estas palabras y curvó sus labios, casi como si quisiera sonreír, casi como si tuviera esperanzas de volver a sentirse bien por sí mismo, de encontrar una nueva forma de vida. Pero entonces una pareja de jóvenes enamorados ingresaron y se colocaron en la mesa más cercana a la nuestra. Él bebió con prisa el resto de su café, yo ya había acabado lo mío, me jaló del brazo y me dijo, casi suplicando-: salgamos. Que asco ...el aire apesta a amor.

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