lunes, 7 de junio de 2010

Yo no fui

Podía sentir su espesa sangre chorreando por mi cuerpo. No fue mi culpa, igual si lo fuera no me importaría. Él se merecía eso, o sino por qué más iba a pasarle aquello. Se supone que todo pasa por algo, que "Alá no permite que caiga una sola hoja de un árbol sin que sea su voluntad" En fin, ¿qué me importa su muerte? Él no era más que otro hombre, en mi vida me encontraré con unos cuantos miles más y probablemente ni siquiera lo recuerde dentro de unos años.
Nadie lo sabe, nadie me ha visto con él, no pueden culparme. Otro muerto en circunstancias extrañas, ¿debería quemarlo?, tal vez así no encontrarían nada de cuerpo y él quedaría como uno más de la larga lista de desaparecidos. Mirándolo me doy cuenta de que la vida es tan frágil, y la muerte tan oscura, tan misteriosa, tan seductora, llena de significado, de pasión...
La sangre empezó a secarse sobre mis brazos, será mejor que vaya a lavarme si no quiero luego tener que fregarme los brazos con un cepillo lleno de detergente....nos vemos....

Control

Es una cuestión que nunca deja de torturarme, ¿cómo mantener el control? Un minuto lo mantienes y luego vives todo un día de desenfreno. Y no importa, igual luego te vas a arrepentir. Sabes cómo será luego, siempre el mismo maldito cuento. Es retroceder, porque simplemente, si no avanzas entonces retrocedes, podrás argumentar que permaneces en el mismo lugar, pero la cuestión es que, dado que los demás avanzan, entonces tú no puedes quedarte ahí, ellos te hacen lucir como retroceso. Podrás no hacer nada, pero los otros te hacen empeorar.
Vivir entre sombras no es malo, en tanto nunca olvides la existencia de la luz. Las sombras son protección.

domingo, 6 de junio de 2010

Atracón

Tremendo atracón que me he dado hoy, cinco paquetes de esas galletas de chocolate favoritas de muchos, acompañadas de yogur (entero, nada de desnatado), empanaditas de queso, y unos cuantos atados de masa muy comunes por acá. Nunca he vomitado lo que me comido, aunque he estado a punto de hacerlo. Cuando todo ello está dentro en tu organismo, ya no sientes nada más que llenura, no hay muchos recuerdos del sabor que te sedujo hace un momento, sólo la horrenda sensación de arrepentimiento y la misma promesa de siempre de: "no lo volveré a hacer" Pero siempre sucede todo lo contrario, y ese arrepentimiento pasa a formar parte del proceso de un atracón. Hay tres partes: la previa, en la cual intentas inútilmente evitar hacerlo, sabes que vas terminar comiéndotelo pero aún así te gusta pensar que intentas ser fuerte. Cuando ya te cansas de engañarte, o te aburres, viene la parte de "el hecho", que es cuando te das el gustillo y te dejas llevar por el sabor. Luego viene la peor parte, "el post", esa etapa llena de pesadumbre que desprecia todo intento de levantar el ánimo, porque sólo es depresión, ... la palabra clave en este blog.