martes, 27 de julio de 2010

Cleptómano de corazones, 1

-Jamás te he contado sobre mi víctima menos deseada, sobre mi menos favorita -dijo queriendo sonar interesante, él sabía que yo detestaba sus historias pasadas, pero lo acompañó con un gesto de ternura que no pude soportar y asentí en silencio.
Nos sentamos en una solitaria mesa libre que había al fondo, él pidió cinco tazas de café y yo, como siempre, un poco de té.
-No es que me vanaglorie de haber alcanzado siempre lo que he deseado. Más bien quisiera poder decir que siempre no he alcanzado lo no deseado. Pero qué mas da; tener algo, mejor dicho a alguien (rectificó porque me vio fruncir el ceño al referirse a una mujer como cosa) que no era de mi agrado me fue muy extraño. Te diré, querida amiga, que ella no era ni por asomo lo que yo deseaba en una mujer; sin embargo, ahora con qué gusto la acogería, pero lo más probable es que despierte en ella tanto aprecio como en las demás: nada. Esta mujer fue como el bonus desdeñado de una de mis usuras. La llegué a detestar, sí. Fue el oprobio por mi faltas. Yo era feliz con todas las penas que le ocasionaba a las mujeres cuyos corazones robaba, pero el corazón de esta mujer me sabía repugnante. Físicamente, con sus miembros rechonchos y uñas llenas de mugre, se parecía más a un hombre. Trabajaba de jardinera y apuesto a que ningún capullo ni ninguna flor se atrevían a madurar en su presencia. No tengo idea clara de cómo fue que ella me conoció, tal vez estuvo trabajando en casa de una de mis mujeres. El hecho es que, una mañana cuando salía de mi casa la encontré en mi jardín sembrando rosas; al verme, los ojos se le iluminaron y caminó toscamente hacia mí. Yo podía identificar claramente cuando había atrapado a alguna, y ella estaba bien atorada en mis garras. No pudo hacer más que sonreírme, y yo tampoco sabía que decir. Jamás practiqué a devolver lo robado. Me parecía imposible, pero hasta a los ladrones nos pasa que obtenemos lo no deseado.
No quería jugar con ella, desde el primer momento supe que no me traería ninguna satisfacción. Yo siempre había sido un imán de mujeres, no tenía idea de cómo repelerla, así que decidí ignorarla. Debo aceptar que observar su mirada triste me llenaba de remordimientos, pero me recordaba a mí mismo que en realidad le estaba haciendo un favor al mantenerla al margen de mis artimañas. Dejó de ir a trabajar gratis en mi jardín, pero aún la veía dar vueltas por fuera de mi casa. Pasó demasiado tiempo hasta que se alejó completamente, y yo mientras tanto procuraba rodearme de mis amadas. 
Pueda que no te parezca la gran historia, pero así fue. Yo jamás le hablé ni ella a mi, aunque claro, cada quien por razones muy distintas. Ahora estoy pasando con cada mujer lo que ella conmigo cuando la ignoré, y me siento peor aún de lo que entonces cuando no podía evitar pensar en ella. Ah, siento que la mente se me vuelve débil al recordarla porque sólo va a traerme más tristeza y ni mi cuerpo ni mi alma anhelan más torturas. -Vació su primera taza de café, nunca he entendido cómo las personas pueden beber algo recién hervido y no hacer ningún gesto; tal vez era que su alma estaba tan fría que ni la temperatura cercana a la ebullición podía reanimarla.

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