Tan muerta que envidio la vitalidad de las piedras.
Estoy fuera. Decido salir. Necesito aclarar pensamientos. Quiero vivir a consciencia.
lunes, 19 de agosto de 2013
viernes, 2 de agosto de 2013
Bien por ti
Cada vez las cosas se van cayendo más. Empiezo a tener claro que mientras hay personas que ven la luz y se niegan a ver otra cosa que no sea luminoso, existimos otras que nos hemos cegado y si es que algo logramos ver no es sino sombras. Sé bien que cada quien crece en un ambiente diferente donde se forman las creencias, y no digo que yo haya tenido la peor combinación posible porque esa combinación se me ocurre causante de un asesino o algo parecido, y no he matado a nadie, o eso creo. La cuestión es que de alguna forma me vendieron creencias para concentrarme en las sombras. Y a veces se torna demasiado difícil. Sucede en un momento, una oleada de oscuridad se me viene encima, todo se pone negro y parece no haber ninguna esperanza. Suena estúpido, pero así es. ¿Tan engañosos son mis pensamientos? Si a ti te parece estúpido, pues que bien, eso significa que a ti no te pasa esto. Bien por ti.
domingo, 12 de mayo de 2013
Y pensar que hay gente que soporta los odiados domingos durante toda una vida, ¿cómo lo hacen? Pero qué digo, no hay que saber hacerlo. Ya sabemos todo lo que necesitamos saber. El resto, lo que supuestamente "aprendemos" cada día, no es más que un suplemento, una añadidura a la experiencia de vivir con el ánimo de ... ¿mejorarla? ¿Y qué es eso de mejorarla? No puedes mejorar algo que es ya perfecto. Pero si lo perfecto no sabe que es perfecto entonces creerá a cualquiera que le haga creer que hay un camino a la perfección. Perfección que, por supuesto, no es ni nunca será suya. Es ridículo y estúpido querer alcanzar la felicidad a través de un modelo. Y lo sabemos. Pero igual seguimos al modelo. Porque es lo que todos los demás hacen, porque creemos que es sencillo y correcto, porque es la costumbre, porque somos perezosos como para regresar a nuestra propia vía y ser conscientes permanentemente.
Sin más.
¡Qué tristeza hace hoy!
viernes, 19 de abril de 2013
Sobre almas gemelas
"La gente cree que un alma gemela es la persona con la que encajas perfectamente, que es lo que quiere todo el mundo. Pero un alma gemela auténtica es un espejo, es la persona que te saca todo lo que tienes reprimido, que te hace volver la mirada hacia adentro para que puedas cambiar tu vida, porque te tira abajo todos los muros y te despierta de un porrazo. Pero ¿vivir con un alma gemela para siempre? Ni hablar. Se pasa demasiado mal. Un alma gemela llega a tu vida para quitarte el velo de los ojos y se marcha"
"A veces estás con quien necesitas, con quien te da fuerza, y no precisamente con quien querías en primera instancia."
Lo primero es de una gran escritora, y lo segundo es de un gran amigo.
"A veces estás con quien necesitas, con quien te da fuerza, y no precisamente con quien querías en primera instancia."
Lo primero es de una gran escritora, y lo segundo es de un gran amigo.
jueves, 28 de febrero de 2013
No lo olvido porque aún no me convenzo de que fue un error. Yo, en aquel momento, lo anhelé tanto como él. Por eso sucedió. No fue producto de las circunstancias, no fue porque estuvimos en el momento justo y en el lugar justo. Fue porque ambos lo deseábamos fuertemente desde hace mucho tiempo, fue porque éramos las personas justas para eso.
Por supuesto que sabíamos lo que vendría luego: la nada. Pero en aquel momento, justo antes de la nada, lo tuvimos todo, tuvimos toda una vida llena de satisfacción, toda una vida que se desvaneció en menos de una noche.
Me sigo diciendo que no fue un error. Y siempre seguiré pensando así porque aquel apasionado recuerdo me relaja. El recuerdo puro, sin juicios moralistas, es simplemente exquisito. Continúa siendo un placer pensar en cómo sucedió.
Por supuesto que sabíamos lo que vendría luego: la nada. Pero en aquel momento, justo antes de la nada, lo tuvimos todo, tuvimos toda una vida llena de satisfacción, toda una vida que se desvaneció en menos de una noche.
Me sigo diciendo que no fue un error. Y siempre seguiré pensando así porque aquel apasionado recuerdo me relaja. El recuerdo puro, sin juicios moralistas, es simplemente exquisito. Continúa siendo un placer pensar en cómo sucedió.
jueves, 8 de noviembre de 2012
Mordisco C-L
"Íbamos con Laína en una salida normal de chicas a comprar chucherías y mirar vitrinas. Decidimos tomar el autobús porque queríamos pasar todo el tiempo posible entre las tiendas.
Lamentablemente, como es sabido, un autobús no es el lugar donde se encuentra sólo el tipo de gente que te gustaría. En la siguiente parada a la nuestra subió un tipo alto de piel morena, grandes ojos negros, corpulento, con una cicatriz perfilándole la mandíbula y, sobretodo, la mirada y actitud de alguien a quien no le preocupa la moral, ética ni ninguna norma social.
"A que te gusta", dijo Laína con un molestoso golpe de codo en mis costillas (odio que la gente haga eso).
Por supuesto que me gustaba. Se trataba del típico gusto a los chicos malos, y no duró sino dos cuadras hasta que el hombre de la cicatriz decidió que el bus estaba muy aburrido y empezó un escándalo al arrebatarle los aretes a una vieja. Obviamente el tipo no había desarrollado esa habilidad de los maleantes para reconocer a una víctima apasible porque la vieja resultó ser histérica y orgullosa poseedora de una voz similar a fregar un caucho contra un vidrio.
Entonces le siguió el mismo proceso de siempre.
Llegó el ayudante a intentar calmar los mares. El de la cicatriz se defendió como animal al aumentar su agresividad, y la vieja tampoco quedó atrás. El ayudante lucía como balletista entre un grupo de mosheros y la gente no desembarcaba del bus con tal de no perderse el incipiente show. El sigiloso ayudante no era nada efectivo, no despertaba aquel sentimiento de autoridad o de miedo. Era más bien un molesto adorno en la escena: distraía la vista del resto de personas que vestía andrajos, ya sea por antiguos o rotos por ser requisito de sus modas."
Muy bien, ahora conviene no hablar ya del susodicho ladrón ni de la vieja sino que nos ocuparemos de asuntos más importantes como en ver la reacción de este montón de gente.
Por una esquina tenemos a la típica madre con su hijo. El niño es ya lo suficientemente maduro como para darse cuenta del mal comportamiento del hombre de la cicatriz hacia la anciana, pero no lo suficientemente maduro como para ver la semejanza entre el acto que sus ojos presenciaron con el acto que sus manos hacen semanalmente cuando hurta una cuantas monedas del bolso de su madre. La madre es lo suficientemente experimentada como para no sobresaltarse pues sabe que actos así pasan muchas veces cada día, pero lo que aún no aprende a recordar, a pesar de su experiencia, es que ciertos objetos valen más por lo que representan que por el dinero que reportan; esto es dicho porque lo primero que dijo cuando entendió el motivo del chillido de la vieja fue: "no valen más de cinco dólares".
Por la otra esquina tenemos un pequeño grupo de estudiantes de instituto. Esta es fácil. Digamos que la presencia del grupo empuja a que cada uno de sus integrantes pugne por agradar al resto valiéndose de bromitas que vocean a un nivel suficientemente alto para ser escuchados por sus compañeros pero lo suficientemente bajo como para que no les cause problemas con el resto de pasajeros. Lo que ellos opinan individualmente queda cancelado por el deseo grupal de pasar un buen rato.
Por la parte delantera tenemos al conductor del autobús que no ha dejado de manejar y apenas ha lanzado unas cuantas miradas al espejo retrovisor para enterarse del incidente. Una preocupación está naciendo en su interior: los nuevos pasajeros que abordan el autobús no han sido vistos por el ayudante y por tanto no han pagado aún el valor del transporte, también es posible que los pocos que se han bajado tampoco hayan pagado. La preocupación crece conforme las llantas ruedan. También ha empezado ya a pensar en despedir al ayudante alegando ineficacia.
Hay un grupo de gente que no se ha inmutado por el hecho y han continuado pensando en sus asuntos corrientes mientras esperan pacientemente a que el autobús llegue a la parada que necesitan.
¿Y sería demasiada coincidencia que en el autobús se encontrara otro ladrón? No, este mundo está lleno de coincidencias, y de ladrones. El segundo ladrón es de otro nivel. Hace tiempo que pasó del robo de aretes en autobuses, por tanto no hace falta recalcar que está condenando al otro ladrón por cada error cometido. Primero: si no tuviste otra opción más que robar en medio de mucha gente pues de inmediato te escapas o te mezclas, pero no te quedas junto a la víctima como un solemne idiota. Segundo: los aretes están dentro de la clase de cosas complicadas de robar y en la clase de las que la mayoría de las veces usarás la fuerza; así que debes asegurarte que el objetivo valga la pena, y, ciertamente, aquel par de grandes, brillantes, y casi ridículos aretes no eran el caso; cualquier buen ladrón, al igual que cualquier mujer con conocimiento básico de joyas, se daba cuenta de que eran alhajas baratas. Tercero: si te pillan en pleno acto y tienes la oportunidad de devolver lo robado y salir intacto pues debes hacerlo, pero no ponerte a competir en reclamos como lo hacía el de la cicatriz con la vieja.
En cuanto al ayudante diremos que se esfuerza por encontrar una forma de resolver el problema. Lamentablemente es su primera vez con un ladrón. Lo más cercano que ha estado a un percance parecido fue hace dos días cuando tuvo que lidiar con un maleante que se negaba a pagar, pero la cuestión no fue mayor: el tipo malo se cansó de que lo moleste pidiendo el dinero así que se bajó a un par de cuadras desde donde había abordado. Pero ahora, el tipo de la cicatriz definitivamente estaba buscando lío; pensó que era del tipo de maleantes que se dedicaban a cometer actos sólo por el gusto que sentían al provocar desordenes. Por eso es que el ayudante no mostraba actitud de superioridad, sabía que al tipo de la cicatriz debía hacerle sentir como que era el dueño de la situación, esperar y luego probablemente se aburriría y se iría. Porque a la final de todo, todos nos aburrimos ¿no?
Era un asunción no del todo desacertada la del ayudante. Pero así como el mundo está lleno de coincidencias sucede que también pasan cosas ridículas e increíbles justo cuando piensas que todo se arreglará como siempre se ha arreglado.
"Habían pasado ya unos diez minutos entre las acusaciones de la vieja y las sucias réplicas del de la cicatriz. Laina y yo decidimos que no veríamos nada más interesante, además estábamos ya cerca de las tiendas, así que decidimos bajarnos en la siguiente parada. Juro que vi al de la cicatriz lanzarme una mirada cuando nos movimos con Laina cerca de la puerta de salida. Cuando el bus empezaba a frenar, el ladrón corrió hacia la puerta de salida y nos empujó a la acera a Laina y a mi. Pero no paró ahí sino que intentó cruzar la avenida sin cuidarse de los vehículos. No es difícil imaginarse que murió al instante. Un vehículo blindado, de esos que llevan dinero a los cajeros automáticos, se encargó de matarlo en segundos. Tampoco es difícil imaginarse el titular de la noticia al siguiente día en el periódico local: "Ladrón muere por un par de aretes" ¿Y cómo estaba escrita la noticia? Pues en el tono más amarillista posible. Lo sé porque fuimos nosotras las fuentes de información para esa periodista, información que luego había sido tan deformada como el cuerpo del ladrón luego del accidente. Y ya me cansé, mejor les describiré los adorables bolsos y zapatos que compramos con Laína:...xxx"
Laína y su amiga primero amaron al de la cicatriz por encontrarlo físicamente atractivo, luego lo odiaron por haberlas lanzado contra la acera. Luego sintieron lástima por la horrible forma en que murió. Y luego lo olvidaron porque nunca sintieron nada real por él. Porque nunca les importó.
Y así, se olvida fácilmente a quien no te importa. Y viceversa.
miércoles, 29 de agosto de 2012
El ganso
Lo miré. Él estaba ahí, amontonado en el piso cual saco de grasa. No le importaba que lo vea en tal estado. Suele pasar. Cuando recién conoces a alguien te esmeras para que vea tu mejor lado pero cuando ya has entrado en confianza pierdes todo cuidado. En fin, su rostro demostraba que le valía un bledo si lo encontraba con esmoquin o follándose a una vaca. Hizo el intento de saludar -aún le quedaba un poco de buena educación-, pero el sonido gutural que vomitó fue indescifrable. Normalmente yo habría pasado de largo y ni siquiera me habría molestado en mirarlo, pero estaba en mi habitación. Y yo a mi habitación le había jurado amor eterno. No podía simplemente ignorarlo.
El saco de grasa en cuestión no mostraba intenciones de desplazarse a su propia pocilga. ¿Qué podía hacer yo? Mi mente empezó gozosamente a imaginar una pala enorme que cargase el bulto. No, mejor una pala enorme cubierta de púas como un mangual. No, mejor mi pala-mangual al rojo vivo. ¿Por qué al rojo vivo? No lo sé, tal vez me animé pensando en los gritos de dolor que lanzaría al ser quemado. No, mejor dos palas-mangual al rojo vivo para aplastarlo mientras lo traslado y lo quemo...
Suele pasarme. Imagino cientos de posibles -¿posibles?- formas de hacer algo. Me paso la mitad de mi vigilia imaginando cosas, y la otra mitad del tiempo no sé lo que hago.
Recordé mi historia de meditación favorita, aquella que me contó Marian donde la enseñanza consistía en que no debía hacer nada. Y la apliqué con rigurosidad.
Las situaciones eran parecidas. Según Marian, para sacar al ganso de la botella sólo debía esperar, ya sea que el ganso adelgazaría y saldría, o engordaría y rompería la botella -ella pasaba por alto la condición de que no debías romper la botella-. En mi caso era incluso más simple, el saco de grasa no se arriesgaría a perder un solo gramo ni a sentir hambre.
Y ya, sólo fue cuestión de tiempo.
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