lunes, 10 de enero de 2011

DV

Llevamos dos días en la casa de Henry. Tendidos en la terraza, bebiendo agua y escuchando sus canciones electrónicas de media hora. A ratos  dormimos, a ratos cerramos los ojos. "Hasta que logres ver sin necesitar tus ojos" me dijo apenas le pregunté hasta cuàndo estaríamos ahí. Èl cree que el agua se lleva toda la porquería material y que la musica te lleva a la esencia de la imaginaciòn. Isaac también estuvo con nosotros pero hace unas horas que se marchó, dijo que si seguìa aquí era más probable que se vuelva loco a que se torne en el ser mental del que Henry tanto nos hablaba. Eloía se nos unió recién, es la que está acostada sobre el borde de cemento con peligro de caer a cuatro pisos de altura sobre la piscina vacía del jardín trasero, ella está aquí porque le interesa Henry, y nada más; cree que todos los que estamos aquì somos monos con los que Henry experimenta. Pueda que tenga razón. En la esquina más alejada está Franklin fumando, dijo que le agrada la idea de Henry pero que no dejaría sus cigarrillos, el día que empezamos vino en su auto apretujado de cajetillas, ahora está sentado con una pila de esas cajitas blancas a un lado y un florero de vidrio al otro lado, a manera de cenicero. Hay una chica de pelo azul que está caminando en círculos y meneando involuntarimente la cadera, lleva así dos horas. Henry está tendido como muerto a los pies del parlante más grande y yo preferí fijarme en los demás porque lo que menos deseaba era pensar en mí.

martes, 4 de enero de 2011

cixot

Os juro que estoy hastiada. Vaya forma de empezar. No más historias. ¿Ni experimentos? No. Dormir es mi actividad favorita, la segunda es abrir los ojos durante las noches y ver la realidad. Pinche realidad. Cada mañana, dulce mañana, en la que me despiertan las amargas gotas, sea la lluvia, sean las lágrimas, doy gracias por poder tener huesos, espinados huesos, porosos, polvorientos, mi anciano esqueleto, me apoyo en él y salgo, los veo, he vuelto a la "civilización", me digo. Entonces aparecen las manos y con cepillos de metal oxidado empiezan a raspar la herida purulenta que me consume. Sale agua, saliva, sudor, orina. Es que ya no hay sangre. Oh demonios, ni con botarme a la basura a medio respirar logran deshacerse de mí. Hasta la muerte me desprecia, huye de mí como si exhalara gas tóxico, no sé por qué lo hace, pensé que era humano el aferrarse a la vida, ¿es que la muerte puede morir? Eso sí sería una tragedia, la peor de la historia, humanos inmortales, ¿algo peor? No lo creo. Sólo queda volver para repetir el ciclo, una y otra vez, sin anhelos, cansancio y aburrimiento sólo hay. 
Pienso durante mi medio día, durante su media noche: Ya no quiero beber leche en un vaso de whisky.

viernes, 31 de diciembre de 2010

olor a 31

Mmmm, te despiertas y sabes que es el último día del año. A lo lejos suenan camaretas y sabes que hoy alguien saldrá seriamente herido por no saber cómo usarlas. Sabes que hoy algunos intentarán suicidarse, les deseas suerte. Otros tendrán la decepción de que han tenido un pésimo año y no son muy optimistas respecto al siguiente. Alguien habrá por ahí haciendo una larga lista de expectativas y metas. Otro, con otra larga lista, estará enviando al diablo todo lo malo que le pasó y puteando, al estilo del grinch, de uno en uno a quienes le hicieron el año imposible. Algunos de tu generación prefieren embrutecerse y vivir la transición al año nuevo mientras están adormecidos por alcohol y hierba. Olor a gente pensando "nah, hoy es el último día, no importa". A la media noche una madre cantará a su bebé en la cuna, un padre borracho gritará a su familia, alguien llorará la muerte de un querido, alguien se entregará a las delicias del cuerpo y alguien verá las estrellas pensando en la simplicidad y lo sórdido de su naturaleza.
Este día tiene más sentido que el 25 porque en una frase deseas más de tres cientos días de bienestar a alguien y no sólo un tacaño día para 'celebrar el cumpleaños' de alguien en quien ni crees. Empieza el temblor de los corazones anhelantes, de los miedosos, de los dejados, de los enérgicos. Se elevan las columnas de humo gracias a esa bendita costumbre de quemar muñecos y, en el cielo nublado, aparecen enormes luces de colores que no verías si no fuera porque alguien más quiere celebrar a lo grande. Aprovechas las felicitaciones porque sabes que te las pueden quitar, como todo, como cuando tu madre te decía: "yo te di la vida y te la puedo quitar" Así que sencillamente te duermes con tu alma desnuda llena de deseos y pides que te despierten cuando pase el temblor.

domingo, 19 de diciembre de 2010

AM

Mi alma está vacía, o tal vez sea que no tengo alma. Aunque, es cierto que prefiero pensar que sí la tengo; pero entonces está desierta, es tan sólo un vano envase que clama por su preciado contenido, es estéril como un útero que jamás alojará un feto, inservible como una botella de leche que jamás se llena, desperdiciado como un cuerpo que jamás se ha ejercitado. Tú, eres mi única proveedora de tan costosa sustancia; pero, ¿me estás entendiendo o es sólo que tu amable semblante aparenta hacerlo? Me miro a mí mismo y veo a un demente en formación, me veo junto a ti y doy con un loco dichoso. Este prolongado encierro ha aumentado mi sensibilidad, y cada respiro tuyo es ahora garantía de que mi constante monólogo te es de gran utilidad. Pero, ¡por favor, despierta ya! El artista no se satisface con hablar y hablar, necesita también tener un final, recibir la ovación de su público, sentirse amado. Mi mente se debilita, pero no quiero dejar de dirigirme a ti, siento que mi historia sostiene tu vida, y sé que es deleznable como el hilo de una telaraña, y es por eso que prefiero nunca callar, mientras más hilos es más fuerte la red, y la mano de la desgracia tendrá más dificultad si quiere romperla.

lunes, 6 de diciembre de 2010

From the other side

Los ojos ardían en dos cuencas llenas de ácido. Los globos oculares amenazaban con reventar. Ella no quería ser tocada. Se sentía sucia. No había nada cómodo en ella. Las náuseas eran una sensación recurrente. Ya no quería seguir. ¿Por qué hacerlo? Era la maldita pregunta de siempre. Años en la misma carroña. Nada cambia, hubiese querido ya no seguir pensando y escribiendo lo mismo, pero nada ha pasado. ¿Está el fracaso grabado en su piel? ¿Y a quièn diablos le importa? Llorar no ayuda, eso fue al principio, cuando las lágrimas aún tenían sal. Ahora el vómito incluso tiene buen sabor.
-Ya no lo hagas más -imploró el hermano.
-No me mato a mí, la mato a ella -respondió la chica apuntando a su reflejo en el espejo.
-Eres tú ¿por qué no lo ves?
-¿Quieres decir que yo soy un reflejo? Osea que si no existiera el espejo entonces yo tampoco.
El hermano se levantó y caminó hacia ella como quien anhela con un abrazo remediar las cosas. Empujó el espejo hacia una esquina y agarró a la hermana por la espalda, la tumbó contra la pared para que ella sea consciente de su propio y existente cuerpo (fino como lámina) que impedía al hermano rozar la pared. La miró como sabía que a ella le gustaba y con voz de falso poeta empezó a decirle:
-¡Oh, vamos! El espejo dejó de ser espejo hace mucho tiempo. Se supone que servía para armonizarte con tu versión material, era una ayuda para que te identifiques con un conjunto de rasgos. No fue hecho como ayuda para que planees los cambios de tus características en aras de ser semejante a otro. No fue concebido para que los uses como herramienta en tus retoques y distorsiones. El espejo te ofrecía la posibilidad de un desarrollo íntegro, ni por asomo alguien pensó que sería la rajadura para desmoronar el muro. No se supone que serviría para ocultarte, para cubrirte, sino para que puedas contemplar la pureza de tu desnudez. Los espejos originales eran magníficos y los hombres acudían en comunidad a contemplarse en ellos...

domingo, 28 de noviembre de 2010

Sanctus

Amaneces con un nuevo demonio e intentas sacarlo de inmediato antes que se diluya en la sangre y te la amargue por 6.66 días. Es difícil desprenderse. Gusta de trenzarse en tus costillas, de adherirse a tu piel  desde adentro con una fuerza tal que ves al superpegamento como simple agua pura. Pero hay otras opciones, toma un poco de carbamazepina o una dosis de ácido valproico. No se sabe con exactitud cuál es su mecanismo de acción pero en algo ayudará; y, como la lista de efectos secundarios es larga, al menos tu molestia no seguirá estando sola, vendrán vómitos, cefaleas, cansancio, deseos de estar muerto, deseos de sacarte los ojos, o los oídos, si te vuelves hipersensible a los ruidos, antes de terminar con todas las voces, mejor terminas con tu oído, aunque nada puedes hacer contra las voces en tu mente. Estás fregado.
Han comenzado los efectos, sin voluntad empiezas a huir de la figura alada que parece tener un cuerno en forma de aureola. Es gracioso, caminas pero todo pasa tan lento, un simple "hola" se alarga tanto que te quedas viendo las eternas o's. "Hooooola". Lloras sin saber por qué. Lloras por la ignorancia. "I find bliss in ignorance" Te escuchas cantando: "Where is My Mind" Has dados dos pasos, sientes que has dado mil. Has regado una lágrima, te sientes mojado como tu lengua. Has olvidado a dónde te dirigías. Te preguntas: ¿es que alguna vez supe a dónde ir? Sigues riendo mientras lloras. Mariposas baten a tu alrededor y te inundan con sus polvos de colores. Una vez más te levantas y te preguntas dónde estás; suena el movimiento de una frágil criatura; es el escalofrío de tu alma que se siente sola.
Y, para terminar,  te das cuenta que no es un demonio, es un santo, un santo, santo como lo dice Ginsberg:


¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! 
¡El mundo es santo! ¡El alma es santa! ¡La piel es santa! ¡La nariz es santa! 
¡La lengua y la verga y la mano y el agujero del culo son santos! 
¡Todo es santo! ¡todos son santos! ¡todos los lugares son santos! ¡todo día está en la eternidad! 
¡Todo hombre es un ángel! ¡El vago es tan santo como el serafín! 
¡el demente es tan santo como tú mi alma eres santa!

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Life book

Hace dos semanas que había empezado aquel libro, lo atrapó desde la primera ojeada que le dedicó. Rememoraba todavía en su mente el gesto de sorpresa de la vieja de la librería cuando escuchó que alguien le ofrecía dinero por el exiguo vejestorio que no logró recordar de dónde lo había rescatado. Él creía que era toda una obra digna de la más fastuosa condecoración. Lo leía como postre en cada comida diaria, antes de dormirse, antes de despertar, en el autobús. Las páginas eran volteadas animosamente y el restante enflaquecía como una mujer bulímica. Permanecía pegado al libro como si éste lo atara por pequeñas raíces. Decidió que aquella noche lo acabaría. Preparó un cómodo asiento, se rodeó de una copa de agua, otra de vino, tres finos bombones, una lustrosa manzana verde y, desde el techo la blanca luz de la lámpara lo focalizó igual que un solitario artista en el escenario. El último capítulo se llamaba “1 de Noviembre” e, igual que todos los títulos anteriores, indicaba la fecha de los sucesos. Mordisqueó el primer bombón y leyó cómo la protagonista llegaba a la casa de su siguiente víctima: ella caminó de largo hasta el salón de estudio respetando perfectamente el silencio de la morada, disfrutó por unos minutos del olor dulzón a chocolate y vino, asomó su pálida mirada y lo observó, solo y desprotegido, bañado por la luz de la estancia como si estuviese en un interrogatorio, pero no era así, él ya estaba juzgado y condenado igual que lo había estado el resto. Luego leyó cómo ella veía temblar a su presa.  Él tembló. Apareció un sonido agudo en su oído derecho y descuidó la lectura por un instante; pensó que era como… “el chillido de una rata”, y recordó que era así como lo habían descrito los personajes atormentados de los capítulos anteriores; su ansia por volver a la lectura se incrementó y se rellenó de placer apenas vio la primera letra. Ella había ya empezado su trabajo, leyó él. El hombre no pudo dejar de leer el libro a pesar que ya sabía cómo terminaba, era una atracción difícil de explicar, ahora podía entender por qué las victimas anteriores no dejaban de leer pudiendo así evitar su fin, por qué, a pesar de que tenían el mando de la muerte en sus manos, simplemente perdían el control; sin embargo, lo que más ira le dio antes de morir fue que había olvidado que aquel día era 1 de Noviembre.