Ya no soporto. Veinte y dos años aguantando y negando lo que debe ser. Hay momentos en los que el control se esfuma, hay momentos en los que me como a mí misma por dentro, momentos en los que el lío dentro de mi cabeza ya no me deja siquiera ver la realidad, aunque esté rodeada de ella. Momentos de plena lucidez y genialidad seguidos por minutos ahogados en la manía. Momentos incontrolables. Pero todo lo insano permanece, y tal vez lo único cuerdo que queda es poder disimularlo con un disfraz humano.
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