Hoy amanecí con unas irresistibles ganas de joder mi vida. Por suerte apareció un ataque de pereza que no me llevó sino a dar vueltas en la cama mientras mi espalda ardía por falta de ejercicio. Momentos después de haber estado divagando entre sueños y fantasías, mi cuerpo se accionó y como máquina empezó a vestirse y salió a caminar. Este cuerpo que no me deja en paz quería toparse con otros de su especie y unirse a la burla general de las cárceles de almas. Cuando por un momento se descuidó, pude vencerlo y subirme a un transporte. Yo sólo me senté al borde de la banca y vi a través de la ventana cómo aquellos sacos de colores manejaban coches, llevaban de la mano a sacos pequeños y a saquitos en brazos, se reunían a moldearse el saco entero mientras otros se lo rellenaban, algunos sacos lucian muy descuidados, tenían aberturas cicatrizadas ¿intentaron acaso liberar lo que había dentro?, por el otro extremo también vi a sacos empecinados en ser bellos saquitos y nada más con sus, en exceso, cuidadas superficies. Me despisté por un momento de mirar porque desde la banca de adelante venía un bullicio infernal incapaz de no incomodar, entonces vi lo que era. Era una bolsa de piel llena de ira y esculpida con forma humana. Arriba tenía un agujero por donde soltaba tanta mierda lingüística como mierda material soltaba por el agujero de abajo. Y hablaba, por supuesto, sobre su saco que ya no era deseado por el saco que la acompañaba, "...y al que me diga que haga ejercicio, pues que se lo meta por el culo, no me importa y a ti menos..." Claro que le importaba.
Mucho más tarde vi a algunos voluptuosos sacos que salían a venderse, así que decidí que era hora de regresar al aburrimiento casero. Puedo estar toda la noche pensando en darme un tiro en la cabeza y sintiéndome un vejete, pero a la vez también puedo descifrar algunas cosillas que me inquietan. Ahora ya sé de dónde venía ese jodido sonido que no me dejaba dormir. Venía de las calles. Debajo de las calles. De las alcantarillas. ¿Y qué es lo que corre por las alcantarillas? Pues las lágrimas de las ratas.
Y respecto a aquella mercancía del corazón llamada amor, claro está que prefiero contrabandear.
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