Os juro que estoy hastiada. Vaya forma de empezar. No más historias. ¿Ni experimentos? No. Dormir es mi actividad favorita, la segunda es abrir los ojos durante las noches y ver la realidad. Pinche realidad. Cada mañana, dulce mañana, en la que me despiertan las amargas gotas, sea la lluvia, sean las lágrimas, doy gracias por poder tener huesos, espinados huesos, porosos, polvorientos, mi anciano esqueleto, me apoyo en él y salgo, los veo, he vuelto a la "civilización", me digo. Entonces aparecen las manos y con cepillos de metal oxidado empiezan a raspar la herida purulenta que me consume. Sale agua, saliva, sudor, orina. Es que ya no hay sangre. Oh demonios, ni con botarme a la basura a medio respirar logran deshacerse de mí. Hasta la muerte me desprecia, huye de mí como si exhalara gas tóxico, no sé por qué lo hace, pensé que era humano el aferrarse a la vida, ¿es que la muerte puede morir? Eso sí sería una tragedia, la peor de la historia, humanos inmortales, ¿algo peor? No lo creo. Sólo queda volver para repetir el ciclo, una y otra vez, sin anhelos, cansancio y aburrimiento sólo hay.
Pienso durante mi medio día, durante su media noche: Ya no quiero beber leche en un vaso de whisky.
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