domingo, 22 de agosto de 2010
Mañanita
Muy muy muy temprano, el cerebro ya empieza a elaborar sus aberraciones desde antes de despertarse. Comienza con un poco de sueños psicodélicos en los que algún extraterrestre del tamaño de nuestro sistema solar nos usa como sazón en sus comidas; él dice: "y luego le agregamos una pizca de humanidad", ahí es cuando agarra a nuestro planeta, la tierra, y lo empieza a sacudir como a un salero y entonces caen algunos miles de cadáveres, él ve lo que ha caído: "oh, vaya, ha sido gente africana, !qué bien!, eso le dará un poco de color a la comida". Luego viene el sueño en el que los postes de energía eléctrica son reemplazados por enormes humanos que permanecen quietos. Carece de sentido, igual que ver a un pescado junto a un candelabro vacío. Ver un cementerio en el que las flores secas rejuvenecen y vuelven a ser frescas y fragantes, y las criptas son abiertas desde dentro por personas que jamás murieron. O el vaso de metal sobre el que desembocan cinco ríos pero que jamás se llena. Los grafos que la mano no puede escribir. La historia innarrable. Y la telekinesis en sueños.
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